domingo, 23 de diciembre de 2012

Un enfermo crónico

Ciencia y caridad con nuestro SNS

CIENCIA Y CARIDAD (Picasso)
Conservo todavía, como si fuera un incunable, una copia del Informe y Recomendaciones de la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud de julio de 1991, el conocido como Informe Abril, en honor a Fernando Abril Martorell, político que actuó como presidente de dicha Comisión. Ni siquiera se trata de un ejemplar original sino de un simple cuadernillo de fotocopias en una espiral de alambre con tapas de plástico que con el paso del tiempo ya se han vuelto amarillas y comienzan a cuartearse, como la piel de un viejo. Lo conservo por una especie de nostalgia azulada que me retrotrae a aquellos años en los que, por supuesto, yo era mucho más joven (21 años más joven), tenía la ilusión y la fuerza de los primerizos y, recuerdo, estudié entonces con nervioso detenimiento aquel documento que para mí representaba algo así como los augurios de la Pitonisa sobre el futuro del recién nacido Sistema Nacional de Sanidad, un recién nacido aquejado, por lo visto, de una grave enfermedad, que había requerido, para calmar la ansiedad de familiares y amigos, de los consejos y pócimas de un equipo de expertos, recogidos de entre los más doctos de todo el reino.


¿Cuál era el mal que padecía nuestro SNS?. Los cuatro síntomas capitales del cuadro clínico estaban magníficamente trazados en la exposición de motivos de la proposición parlamentaria por la que se instaba al Gobierno a la constitución de la Comisión para la revisión y evaluación del SNS:

-     Imparable aumento de los gastos sanitarios (se habían duplicado en términos de PIB en  los 20 años precedentes)
-        Profundas mutaciones demográficas:
o   envejecimiento progresivo de la población
o   crecimiento del número de personas vulnerables y dependientes
o   aumento del número de enfermos crónicos
-        Nuevas actitudes sociales:
o   aumento del consumo sanitario
o   prevalencia de estilos de vida “arriesgados
-     Aceleración creciente del progreso técnico-médico que encarecía cada vez más la prestación asistencial sin mejorar la productividad.

Reviso esos motivos, como el que ojea retrospectivamente la historia clínica de un enfermo para poder rastrear el origen de su estado actual de salud y llego a la conclusión de que, tras más de 20 años, ninguno de esos síntomas ha desaparecido e incluso algunos han ido a peor.  En sintonía con los tiempos, la enfermedad de nuestro SNS se ha cronificado, nuestro SNS es un enfermo crónico.

No culpo de esta cronificación a un error sustancial en el plan de tratamiento aconsejado por aquella Comisión en aquel momento. Pese a que alguna de sus prescripciones concretas encerraba graves efectos adversos (copago, por ejemplo) y hubo que descartarla desde el principio, el principal problema fue que el grado de adhesión terapéutica del enfermo al conjunto del plan fue bastante escaso. Y encima, posteriormente, se fraccionaron sus cuidados en diecisiete unidades de enfermería diferentes (CCAA) sin que nadie ejerciera de claro responsable para coordinar todo el proceso. Ahora que el enfermo está de nuevo agonizante cada cual se atreve, desesperado, a recetar su propia medicina: unos el céntimo sanitario, otros abandonar los servicios a un gestor privado, otros cobrar por el transporte sanitario o recortar el acceso a quienes no tienen nada, ni siquiera  permiso para vivir. ¿Alguien es un sano juicio puede creer que de esta manera puede solucionarse algo?.  

Creo que haría falta reunir de nuevo un consejo de doctores y arbitrar un nuevo plan terapéutico, global, integral, participativo y coordinado, como ahora marcan la nuevas tendencias estratégicas de atención a los enfermos crónicos. 

Un poco de ciencia ... y algo de caridad también para nuestro SNS.

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