martes, 18 de diciembre de 2012

La privatización de la gestión sanitaria o la técnica del cobrador del frac

La privatización de la gestión sanitaria o  la técnica del cobrador del frac


"QUIERO LA PASTA"
El sistema sanitario privado puro es muy caro, inequitativo y socialmente inefectivo. Hay un experimento natural que lo demuestra: Estados Unidos. Es el país desarrollado con más gasto sanitario total (público más privado) en términos de PIB (17,7%) y donde más desigualdades existen tanto en términos de acceso como de resultados en salud.  Los sistemas sanitarios de base pública son, por el contrario, más baratos (9,3 % del PIB de media en  países europeos), con sistemas de cobertura prácticamente universales y “espectaculares” (sic)  mejoras en el estado de salud de la población atendida, según el último informe de la OCDE (Health at a glance 2012). Ambos modelos tienen problemas de financiación y andan a la búsqueda de soluciones para eliminar sus ineficiencias internas a la vista de que, en este momento de grave crisis económica, la aportaciones externas están empezando a ser cada vez menores, tanto en términos absolutos (disminución del PIB de los países) como relativos (disminución de la parte de PIB que se destina a sanidad).

En una reciente jornada de debate sobre sostenibilidad del sistema sanitario organizado por la Sociedad Aragonesa de Calidad Asistencial, uno de los ponentes recordaba que en Estados Unidos, Donald Berwick, antiguo administrador de los CMS (Centres for Medicare and Medicad Services) estimaba en un artículo publicado en JAMA (Berwick DM, Hackbarth AD  Eliminating waste in US Health Care JAMA 2012; 307:1513-1516)  que el margen de ineficiencia debido a la gestión clínica podía suponer del 12 al 16 % del gasto total y hasta el 25 % según los cálculos de George Halvorson, presidente y director ejecutivo de Kaiser Permanente, una de las mayores aseguradoras privadas de ese mismo país (Halvorson G Health Care will not reform itself: A User's Guide to Refocusing and Reforming American Health Care. Ed Productiviti Press, New York 2009). No parece, por tanto, que el problema de la ineficiencia sea algo exclusivo de los sistemas de provisión pública, ni que su solución venga de la mano de la gestión privada, porque de ser así, Halvorson y su aseguradora estarían libres de ese mal.

Pero tampoco hay que ponerse la venda en los ojos. Si esas cifras fuesen directamente trasladables a nuestro país, el margen de ineficiencia del gasto sanitario supondría entre 1,15 y 2,4 puntos del PIB (entre 16.000 y 25.500 millones de euros anuales, tomando como base el avance del PIB de 2011, el 74 % de los mismos correspondientes al sector público). ¿Cuál es la receta para recuperar o reducir este derroche?.  Algunos parecen querer recurrir a al método del “cobrador del frac”: dejamos su gestión en manos privadas y que éstos metan en cintura al sistema, por supuesto a cambio del pago por sus servicios, sin la seguridad de que se vaya a recuperar el dinero supuestamente malgastado y a sabiendas de que, siguiendo el ejemplo, pueden emplearse “técnicas de acoso” que dañen seriamente los fundamentos del modelo. A mi modo de ver, además de una renuncia en toda regla a los propios medios y posibilidades de intervención y reforma, es la solución más interesada y la de mayor riesgo para uno de los elementos más esenciales de nuestro estado de bienestar, a tenor del grado de seguridad, cohesión social y de justicia distributiva que ha aportado a la sociedad hasta ahora, además de por su faceta como motor de investigación y generadora de empleo, es decir, de bienestar familiar.

Desde luego que la gestión, la buena gestión, es uno de los factores clave para detectar y corregir esa bolsa de ineficiencia. Una buena gestión que debería incluir tres aspectos principales: la profesionalización o despolitización directiva (actualmente es un simple mercadeo político), la implicación de los profesionales y ciudadanos en el proceso de transformación interna de los servicios y la transparencia y rendimiento de cuentas. Sobre esos ejes giran esencialmente las recomendaciones adoptadas por el Consejo de Ministros de los Estados Miembros de la CE en 2010 para la Buena Gobernanza de los Sistemas Sanitarios, el Decálogo para el Buen Gobierno de los Centros Sanitarios y la Profesionalización de la Dirección, elaborado ¡en 2005! por la Organización Médica Colegial, o las Recomendaciones presentadas al Parlamento Vasco en 2011 por el Consejo Asesor sobre el Código de Buen Gobierno de la Sanidad Pública Vasca. Nuestros políticos, de todos los colores, deberían leer con atención esos documentos y ponerse de acuerdo para su aplicación inmediata, si de verdad quieren empezar a salvar el sistema.

Dejar la gestión en manos privadas es tomar parte a favor de la entrada en el sistema de un nuevo conflicto de intereses, además del político que ya existía, cuya eficacia está por comprobar (me remito al ejemplo americano), irreversible a medio plazo por la duración de los contratos de concesión, y de consecuencias imprevisibles: ¿recortarán en la bolsa de lo ineficiente o de cualquier lado que les permita aumentar el margen del beneficio?. Para el ciudadano al principio los efectos pueden ser inapreciables (si se deja, por ejemplo, de invertir en investigación o formación, se mediatizan los procedimientos clínicos o se renuncia a la medicina preventiva)  pero a largo plazo seguro que acaba sufriéndolos y padeciéndolos. Es la consabida fábula de la rana cocida a fuego lento que al principio está muy bien, calentita, pero que cuando quiere saltar ya no lo puede hacer porque se ha escaldado.

Si nuestro sistema sanitario es mayoritariamente público, si los sistemas públicos son más baratos, más solidarios, universales, equitativos y, además, tienen mejores resultados en salud, ¿por qué esa deriva privatizadora?. La clave es la transformación interna de los servicios, no su intervención externa. Existen herramientas que pueden aplicarse, como las mencionadas anteriormente. Hace falta más voluntad política y, desde luego, menos intereses políticos y económicos.

3 comentarios:

  1. Creo que inauguro los comentarios de este blog.
    Lo primero ¡¡¡enhorabuena!!! por el brillante inicio.
    Y ahora mi comentario: no puedo estar más de acuerdo contigo en la necesidad de profesionalizar la gestión. Los profesionales sanitarios conocemos el medio en el que trabajamos a pequeñísima escala, nuestro servicio, aquellos que más se relacionan con nosotros... Pero rara vez el global de la organización y mucho menos cómo organizar, priorizar, administrar... Como la experiencia nos demuestra una y otra vez un profesional sanitario, por brillante que sea en su especialidad, con aficiones gestoras y un barniz de formación, no es suficiente.

    Espero con mucho interés tu segundo post

    Isabel

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  2. Enhorabuena, el tema da para mucho, tras el atontamiento general de la población en general y de los sanitarios en particular por parte de los politicos-crisis-politicos, en mi entorno nos estamos haciendo este tipo de reflexiones, mas profundas, mas macro, basadas en pruebas, o sea mucho mas cercanas a la verdad.
    Coincido en el planteamiento que haces, a ver si con pruebas podemos parar esta nefasta tendencia.
    Pepe

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  3. Desde Madrid, en pie de guerra, quiero agradecer tu post.
    Si los profesionales sanitarios de todo el país no alzamos la voz y paramos este desatino tan inmoral de la privatización de los fondos públicos, el daño será irreparable para nuestra sanidad. La gratuidad, equidad y calidad van a caer una detrás de otra, en beneficio de unos pocos que obtendrán tajada fácil de mercadear con la salud de los ciudadanos. Hay que despertar de su sueño a todas las personas: profesionales sanitarios, pacientes, familiares, colegios profesionales, asociaciones y sociedades científicas. No podemos ni debemos "pasar" de este problema. Nos incumbe y afecta a todos... Hay que ayudar a la población general a diferenciar la calidad percibida de la real, de los resultados en salud, que es lo que ellos no pueden apreciar.
    Habría mucho de los que hablar, pero de entrada reitero mi "gracias".

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