jueves, 28 de febrero de 2013

Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...

... pon las tuyas a remojar

Leo lo que está pasando, o a punto de pasar, en el NHS de Gran Bretaña y me pongo a temblar. Por un lado, el gobierno británico acaba de publicar una nueva legislación que, de facto, va a permitir ofertar "a granel" cualquier servicio sanitario al mejor postor dentro de un mercado prácticamente libre. Por otro, pretenden que, al igual que los grandes centros comerciales, los centros sanitarios permanezcan abiertos también los fines de semana con la misma capacidad de atención y servicio que cualquier día laboral. El objetivo no es otro que convertir la sanidad en un negocio dándoselo a manos privadas y facilitar la productividad de los recursos ajustando las jornadas de trabajo del personal según la mejor conveniencia de quien vaya a ejercer la gestión de esos servicios, para que los beneficios económicos sean mayores y más sustanciosos.


Todo empezó, como ya mencionamos aquí en una entrada anterior ("las orejas del lobo"), con una gran campaña  de desprestigio del sistema público, minuciosamente planificada, machacona, infatigable y estridente como quejido de un niño, subrayando en especial sus supuestos problemas de ineficiencia y de insatisfacción de los ciudadanos y olvidando torticeramente todas su grandes fortalezas, en especial sus inmejorables resultados en salud, así como la imposibilidad técnica de que la salud se pueda ajustar a los mecanismos de funcionamiento del libre mercado, en particular, por la asimetría de información entre los receptores del servicio (pacientes) y los proveedores (centros sanitarios y profesionales), por la falta de competencia real en muchos servicios poco rentables (atención a crónicos), en determinadas zonas geográficas (las más pobres o despobladas) o  por la escasez de competidores (oligopolio).  Pero nada se les ha puesto por delante. O todo lo que se les ha puesto por delante lo han derribado con el huracán de la crisis y jugando con el miedo y el desconcierto de la gente.

En UK, los profesionales sanitarios han llegado incluso a formar un nuevo partido político, el National Heath Action Party, para tratar de oponerse a todos estos cambios y se está realizando una campaña de recogida de firmas, que hasta el momento lleva ya cerca de 200.000, solicitando que las medidas que trata de implantar el gobierno se debatan a fondo y se voten previamente en las dos cámaras británicas.  Pero me da la sensación que, como las fieras al hacer presa, quienes acarician este negocio han paladeado ya glotones el sabor de la sangre y cuanto más patalee la víctima y cuanto más se revuelva desesperada, con más fuerza apretarán sus mandíbulas de bestia. La consumación del crimen parece solo una cuestión de tiempo.

La sanidad como negocio y los trabajadores como máquinas al servicio del mismo. No importa ni la relación familiar, ni  las necesidades sociales de convivencia con amigos o de disfrute vital de las personas. Lo único que parece importar es la rentabilidad y el beneficio, por encima de cualquier otra cosa. Por encima de los resultados en salud y por encima de la plenitud de la vida de las personas. Es algo terrible, deshumanizado, desalmado, feroz. Tanto en el caso de los centros comerciales como en el de la sanidad.

Yo os confieso que tengo miedo de que algo semejante pueda ser exportado aquí. Desgraciadamente las señales apuntan en esa dirección y quienes gobiernan tiene un poder absoluto, demoledor, amenazante. 

Hay que estar atentos y bien despiertos porque nos quieren como esclavos, sin derechos, sometidos a la dictadura de su beneficio. Y encima vendiéndonos la idea de que es por nuestro bien y que ninguna otra alternativa es posible. Y si no nos sacudimos su desalmada influencia, corremos el riego de acabar como algunas de las víctimas de la violencia de género, que a base de llamarlas el maltratador inútiles, tontas y despreciables acaban creyendo que son culpables de algo y soportando sumisas el castigo.

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