Nuevo "Tiempo de silencio"
Acabo de leer un artículo en El País en el que se da noticia de que varios investigadores han tenido que recurrir a cuestaciones, concursos televisivos y a la búsqueda personal de mecenazgos de circunstancia para poder continuar con sus investigaciones. Mientras lo leía me ha venido rápidamente a la memoria la magnífica novela "Tiempo de silencio" y el negro ambiente de penuria con el que arranca la novela y que rodeaba al investigador Pedro, protagonista del relato, que sin dinero para poder comprar la cepa de ratones que necesitaba para la investigación sobre el cáncer que estaba llevando a cabo, se ve obligado a adquirir de su propio bolsillo los que criaban las hijas del "Muecas" en una barriada de chabolas a partir de unos cuantos ejemplares que les había regalado Amador, el ayudante del científico.
Bastaban unas pocas páginas iniciales para dibujar y transmitir con la precisión de una vivencia real la grave situación de marasmo social y opresión económica por la que atravesaba España en aquella penosa época de postguerrra. El ejemplo concreto elegido para resaltar esa situación, la investigación científica, no era casual ni anecdótico. Y no solo porque su autor, Luis Martín-Santos, procediera del mundo de la ciencia, era psiquiatra, sino por el significado social y capacidad simbólica y de representación que tiene ese tema con respecto al estado general de una nación o un país. Cuando la miseria de un país afecta de una forma tan severa a su estructura creativa, a su capacidad de investigación y generación de conocimiento, una nube de desesperanza se adivina oscureciendo el trazo de su futuro, porque significa que tiene dañados los mecanismos regeneradores que podrían evitar su sumisión y dependencia externa en el medio plazo. Se encuentra inerme, impotente y entregado.
En un país con recursos naturales limitados, como España, donde apenas podemos vender nada más que sol y playa, meter la tijera con tanta crudeza en los presupuestos destinados a la investigación como la que da a entender esa noticia, significa que renunciamos o damos un gran portazo a la estrategia de crear, de innovar, de descubrir cosas nuevas que podamos fabricar y vender como propias y, paralelamente, que cualquier avance tecnológico en el futuro nos vendrá dado necesariamente desde fuera y lo tendremos que comprar al precio que nos marquen. Y seguiremos sin otra cosa que sol y playa para servir y solazar a quienes han de vendernos todo lo que necesitamos.
Aunque, a decir verdad, no he oído hablar más en toda mi vida de innovación que en el momento actual. Que la oigo puesta en boca de voceros y arrimados de todos los rangos. Como si por el hechizo de hablar y mencionar repetidamente esa palabra fuera a brotar milagroso y a borbotones un río de inventos y patentes de las paredes de los hospitales y centros de investigación.
O como si a base de hablar se pudiera dar escondite a semejante despropósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR COMENTAR