lunes, 11 de febrero de 2013

Fumar sigue matando sin descanso

El tabaco es el principal factor de riesgo para la salud.

El mes pasado se publicaron dos artículos en The New England Journal of Medicine que volvían a poner el acento sobre la amenaza que representa para la salud la exposición al tabaco. 

En uno de ellos se analiza la mortalidad de los mayores de 25 años en función de sus
antecedentes previos de exposición al tabaco. Los resultados son tan llamativos y palmarios que hasta el más ciego de los escépticos sería capaz de verlos aún con tres vueltas de venda en los ojos. El riesgo de muerte por cualquier causa es 3 veces superior en los fumadores y 2,8 en las fumadoras que en sus respectivas cohortes de no fumadores o no fumadoras. Hasta el 60% de todas las defunciones entre quienes fuman pueden ser atribuidas directamente al hecho de fumar y, por término medio, la esperanza de vida es 10 años inferior en los fumadores que en los no fumadores. 

Si nos centramos en algunas causas de muerte específicas, como el cáncer de pulmón o las enfermedades respiratorias los datos son todavía más contundentes, con un riesgo de muerte por cáncer de pulmón 17,8 veces superior en los fumadores y 14,6 veces en las fumadoras  y de 8,5 y 9 veces, respectivamente, en el caso de las muertes por enfermedades respiratorias. El 93-94 % de las defunciones por cáncer de pulmón y el 88-89% de las debidas a enfermedades respiratorias entre los fumadores se deben en exclusiva al hecho de fumar.

Un descubrimiento esperanzador de ese estudio es que cualquier edad es buena para dejar de fumar, ya que sea cual sea la edad en la que se renuncie a la afición por aspirar el humo de esta solanácea, en todas ellas se aprecia una importante reducción del riesgo de muerte. Mejor, desde luego, si se hace entre los 25-34 años (el riesgo de muerte se iguala al de los no fumadores), pero incluso si se abandona el tabaco entre los 45-54 años, se pueden recuperar 6 de los 10 años de esperanza de vida que se habían perdido

En el segundo estudio se examina la tendencia de la mortalidad en relación con el tabaco en mayores de 55 años en las décadas de los 60, los 80 y los 2000. El riesgo de muerte entre fumadores ha ido aumentando en las tres épocas contempladas hasta hacerse tres veces superior en la época actual con respecto a los no fumadores.  En el caso del cáncer de pulmón ese riesgo de muerte ha pasado de ser 2,7 veces superior entre las fumadoras en la década de los 60 a 25,6 veces mayor en el periodo 2000-2010 y entre los varones fumadores de multiplicarse por 12,2 veces a hacerlo por casi 25 veces.

En la cohorte actual (2000-2010) el riesgo de muerte de fumadoras y fumadores es prácticamente similar y muy superior al de las personas que no fuman, en especial en enfermedades clásicamente relacionadas con el tabaco, como el cáncer de pulmón (riesgo de muerte 25 veces superior en quienes fuman), EPOC (el riesgo de muerte se multiplica por más de 22 veces en los fumadores), cardiopatía isquémica (riesgo más de 2,5 veces superior) o accidente cerebrovascular (riesgo de muerte 2 veces superior).

Naturalmente que ese mayor riesgo de muerte deriva de una mayor carga de enfermedad entre fumadores y fumadoras  relacionada con esos procesos. Por lo que si además del terrible coste humano en vidas se sumara el coste social y económico en discapacidad, pérdidas de productividad y gastos asistenciales, el tabaco se revelaría como el gran enemigo silencioso de la salud en los países desarrollados. 

De la salud y, posiblemente, también de la economía.

Muchos de los costes sanitarios que tenemos que soportar hoy (consultas, pruebas diagnósticas, tratamientos citostáticos, intervenciones quirúrgicas, oxigenoterapia,  etc) son consecuencia del consumo pasado de tabaco. Parecería sensato, pensando en el mañana, invertir más en prevenir esta adicción que en desarrollar tecnologías (cada vez más sofisticadas y costosas) para tratar los males que, si no hacemos nada, nos va a seguir produciendo. 

"Mejor buen viento que fuerza de remos".



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