miércoles, 13 de febrero de 2013

Pequeños pero invencibles

El problema de las resistencias a los antibióticos

En USA se consumen anualmente unos 3 millones de Kg de antibióticos en tratamientos a personas (en España, proporcionalmente, rondaremos el medio millón de Kg) y otros 13 millones de Kg se administran en las explotaciones ganaderas para favorecer la cría y el crecimiento de los animales. El dato en sí mismo, al margen de poder servirnos de referencia para hacernos una idea del negocio que menean las industrias farmacéuticas alrededor de esos medicamentos, no tendría mayor trascendencia si no fuera porque el uso de estas medicinas favorece la selección natural de gérmenes resistentes a las mismas.

El problema lo traen a la luz tres conocidos especialistas en un excelente artículo de perspectiva publicado el pasado mes de enero en The New England Journal of Medicine. Su exposición argumental se apoya en tres premisas de  indudable consistencia:
  1. Los microbios ya han desarrollado, "inventado", a lo largo de millones de años de evolución mecanismos adaptativos de resistencia para cualquier diana antibiótica que se nos pueda ocurrir. Se llevan "atacando" con sustancias tóxicas unos a otros durante millones y millones de años y han descubierto ya todas las líneas de vulnerabilidad y formas de resistencia posibles en el fragor de esa lucha secular por la supervivencia. Prueba de ello es que se han hallado en algunas cuevas subterráneas aisladas geológicamente de la superficie del planeta más de 4 millones de años bacterias con resistencias a antibióticos que no se han logrado sintetizar hasta el siglo pasado.
  2. La exposición a los antibióticos, con independencia de su poder curativo, selecciona poblaciones preexistentes de bacterias resistentes a los mismos.
  3. El uso de antibióticos es en sí mismo, con independencia de si es inapropiado o no, el causante de esa selección de bacterias resistentes. Naturalmente, a más uso más selección.
Los antibióticos parecen inexorablemente llamados a morir víctimas de su propio éxito. Desde su descubrimiento han salvado millones de vidas, pero a base de uso y abuso acabarán condicionando la selección y prevalencia de aquellas cepas bacterianas resistentes a los mismos. Y puede que la medicina se quede sin uno de sus más efectivos arsenales terapéuticos.

Los autores proponen algunas líneas maestras para evitar o retrasar esta catástrofe:
  1. Prevenir las infecciones para eliminar la necesidad de usar antibióticos: por ejemplo, desarrollo de nuevas vacunas, mejoras de la salud de la población para evitar ingresos hospitalarios, mejora de limpieza y desinfección del entorno (superficies, personas y comida), desarrollo de tecnologías que eviten dispositivos invasivos, etc.
  2. Alinear intereses normativos y económicos para el desarrollo de nuevos antibióticos: apoyo a proyectos de investigación centrados en necesidades clínicas no cubiertas, simplificación de ensayos clínicos (ensayos de superioridad) para antimicrobianos dirigidos a combatir infecciones actualmente letales, etiquetados con indicaciones concretas y ajustadas para impedir sobreuso, etc
  3. Conservar y proteger la efectividad de los antibióticos actualmente disponibles: publicación de datos de consumo para benchmarking, desarrollo de test rápidos de diagnóstico de infección para precisar o retirar los tratamientos con agilidad, eliminación del uso de antibióticos para la cría de ganado, desarrollo de tecnologías que favorezcan la degradación de los antimicrobianos en el medio ambiente, etc.
  4. Desarrollo de tratamientos antimicrobianos sin riesgo de selección de resistencias: terapias inmunológicas con anticuerpos monoclonales o células linfocitarias, antibióticos que no destruyan las bacterias pero que las incapaciten para desarrollar infección, etc
  5. Desarrollo de tratamientos basados en los factores participantes del huésped: modulación de respuesta inflamatoria, secuestro de nutrientes para evitar su acceso a las bacterias, agentes probióticos que compitan con el crecimiento bacteriano, etc.
No puedo imaginarme lo temible y aterrador que sería volver a la época en que las infecciones eran un enemigo imbatible y cercenaban la vida de las personas sin más oposición que la apelación impotente a la clemencia de los cielos.

Desarrollar las estrategias señaladas arriba requiere un planteamiento 'macro' que se nos escapa a la mayoría que estamos a pie de calle, pero algo también podemos hacer evitando cuando menos las prescripciones innecesarias o manteniendo las normas de higiene hospitalaria para evitar la transmisión de infecciones. Todo cuenta. 

Aunque parezca que ahora los tenemos dominados, los microbios (procariotas) existen antes de que nosotros (aglomerados de células eucariotas) comenzáramos siquiera a reptar por el suelo y si en una guerra a largo plazo ha de perder alguien seguro que somos nosotros. Ellos, los microbios, son organismos sencillos que remontan su bagaje de experiencia e historial adaptativo casi hasta el propio origen de la vida. ¿Por qué inclemencias físicas y químicas no habrán pasado?. Nosotros, por muy complejos, arrogantes y engolados que parezcamos, no dejamos de ser unos cándidos bisoños que apenas acabamos de dar nuestros primeros pasos en la implacable historia evolutiva del mundo.

Si queremos tener alguna oportunidad, no deberíamos desperdiciar nuestras municiones disparando al aire como si la pólvora fuera infinita. 


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