sábado, 9 de febrero de 2013

Momentos favoritos de ópera


Para el fin de semana, un pequeño divertimento lírico sin otra pretensión que mostrar algunas cosas que me gustan.


“In mia man alfin tu sei”
Norma. V. Bellini María Callas (Norma). Franco Corelli (Pollione)
Orquesta alla Scala de Milano. Tullio Serafin

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El comienzo es una suave ondulación de violines. Apenas el latido superficial de una tensión que todavía bate profunda. Seguidamente, la sección de cuerdas, suavizados los agudos, expone con aire desolado la desesperanza que embarga a la protagonista en el tema inicial. Unos breves compases entrecortados abren el telón de la escena: “Por fin estás en mis manos . Nadie puede soltar tus ligaduras.... La voz de la Callas, magullada por un dolor insufrible llega perdida desde la lejanía de su soledad herida. “... Yo sí puedo”.


Ante sí, tiene apresado a Pollione, el cónsul romano con el que la sacerdotisa gala tiene dos hijos en amor secreto y a quien ha descubierto en traidor engaño con su discípula y confidente Adalgisa. El ritmo de los contrabajos va conteniendo la emoción del momento con un pulso espaciado y leve. Norma intenta un último trato desesperado: está dispuesta a perdonarle la vida si abandona a su nueva amante. Se lo pide por sus dioses, por sus hijos.... y aquí la voz se le apaga en un susurro, vencida por la intensa carga emocional de las palabras. Ella misma también renunciaría a verlo para siempre. Reclama su promesa: "¡Jura...!"

La música sigue al fondo de la escena, aún apaciguada y serena. “No – responde entero Correlli- antes la muerte”. Una onda de agitación asciende venenosa por las entrañas de la Callas: ¿No te das cuenta que mi furia es mayor que la tuya?”. Ebria por el dolor, vierte inconsciente una velada pero terrible amenaza: podría matar a sus propios hijos. Pollione lanza un grito horrorizado. !Ah¡.¿Qué oigo?”. Norma, turbada por la cólera teme que su afán de venganza le haga perder el control: "...en un momento puedo olvidar que soy madre". La orquesta se detiene un instante aturdida por el espanto. Se rompen entonces los dos amantes en una espuma de acusaciones y reproches mutuos que la música va elevando a galope hasta registros cada vez más agudos.  “Eres cruel. Mátame a mí”, brama Pollione todavía seguro de sí. “Todos deben morir, los romanos deben ser destruidos” responde encendida la Callas, y Adalgisa... Adalgisa debe ser castigada, ha de pagar con la hoguera”. Cegada por la ira,  sus amenazas brotan espontáneas y fieras. “Sí, Adalgisa morirá...

De repente, al escuchar esa última frase, un temor oculto se apodera de Pollione que con voz quebrada comienza indefenso una entrecortada súplica: “Mátame a mí pero, por favor, apiádate de ella.” La orquesta silencia de golpe todos los instrumentos. Queda detenida por la inesperada reacción de Corelli. “¿Imploras al fin?. ¡Indigno!. ¡Ya es tarde!”. La voz de Norma saborea en solitario el poder que ha descubierto. “En su corazón es donde te puedo herir... Por fin se como hacerte tanto daño como el que tú me has hecho... Y comienza arrebatada una subida de escalas en la que agita con fiebre de triunfo la llave de su venganza. En su corazón, en su corazón te puedo herir...

Corelli, horrorizado, ha perdido toda la seguridad en sí mismo y se le escapan mezcladas exclamaciones, reproches y súplicas, ofreciéndose inútilmente como víctima. La Callas, excitada por la visión cercana de la venganza, se enreda con él en un impresionante crescendo marcado por la furia, la tensión y el desbordamiento emocional. Contagiada por la agitación de la escena, la música se desboca briosa en un torrente sonoro que se cierra con tres marcados acordes y una nota final más grave que da un portazo sombrío a este duetto hermoso y desgarrado. 

Escuchadlo y disfrutad. Aconsejable a pleno volumen.

Esta es otra versión, pero también muy buena:



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