miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Cuánto podremos gastar en sanidad?

Prepararse para los próximos 50 años


Dentro de 50 años algunos estaremos ya completamente calvos, habremos perfeccionado nuestro estado de alopecia de tal manera que no habrá aire que nos desaliñe el peinado ni asombro alguno que pueda mudarnos los pelos de sitio; pero eso no quiere decir que nos desentendamos de lo que pueda ocurrir en ese futuro, pues esa es una obligación de cada generación: cuidar y asegurar en lo posible las condiciones de vida de la generación venidera.

Por eso es interesante leer el reciente informe de la King´s Found sobre las previsiones de gasto socio-sanitario en los próximos 50 años en el National Health Service y los diferentes escenarios macroeconómicos que pueden presentarse. Si allí se da una cosa, primo-hermano lo que vaya a pasar a España.

Y lo que parece venir es un crecimiento progresivo del gasto público sanitario en el conjunto de países de la Unión Europea que podría escalar hasta una media del 13% del PIB en 2060 (ahora esa media es del 7%). Curiosamente, los principales factores determinantes del gasto no están vinculados al envejecimiento de la población (los ancianos no haremos más que retrasar nuestra alícuota de gasto al período previo a nuestra muerte, sin aumentar "per se" el coste sanitario individual) sino a otros componentes como el crecimiento de la población, el encarecimiento de los costes de la provisión de los servicios sanitarios (paralelo al incremento de la productividad de otros sectores), el desarrollo tecnológico y el crecimiento de la riqueza nacional (cuanto más rico es uno más gasta en sanidad).

En UK, la previsión es incluso mayor, un 16,6% del PIB, desde las 1.745 libras esterlinas actuales hasta unas 9.914  (8.625 euros) per cápita en 2061. Pero al parecer esto no sería un gran problema si se lograra incrementar (triplicar) el PIB en esos mismos 50 años, como parece también probable. Sin embargo, si ninguna otra cosa cambia, el gasto sanitario acapararía el 50 % de todos los impuestos recaudados, cosa que, por muy importante y valorada que sea la salud, no sería aceptada facilmente, en especial por los otros sectores afectados (justicia, educación etc) e impediría un desarrollo armónico de los países. 

Habría varias alternativas para solucionar ese conflicto: aumentar los impuestos, pedir dinero prestado y engordar la deuda pública, priorizar y seleccionar las prestaciones que son financiadas públicamente permitiendo que parte de esas prestaciones se cubran con pólizas privadas o una mezcla de las tres cosas.

Ese es el debate que vamos a tener que realizar y resolver en los próximos años. Es un debate difícil pero inevitable y que debería de ser público para que los ciudadanos puedan opinar con conocimiento de causa. Los partidos políticos tendrían que tener la honradez de incluirlo en sus programas electorales.

Mientras tanto, no estaría de más que empezáramos por evaluar lo que ahora estamos haciendo actualmente, eliminando todas aquellas técnicas y procedimientos inefectivos y estableciendo, como ya tienen los ingleses, umbrales de coste-utilidad para las nuevas técnicas que vayan a ser financiadas con fondos púbicos. No es una idea propia ni nueva, pero aquí, sin un organismo evaluador común que  se ocupe de esta tarea y nos oriente, parece que anduviéramos holgados de dinero y nos diera lo mismo financiar remedios efectivos que pócimas de curandero. 

Hace ya tiempo que debería existir un Hispano-NICE para que se ocupara de este tema. Nosotros, dentro de 50 años llegaremos a calvos, pero debemos tener el compromiso moral de no dejar a la generación venidera un futuro trasquilado.


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