martes, 12 de febrero de 2013

Externalización de servicios

Promesas vacías

La contratación externa de servicios, outsourcing, en lenguaje anglosajón, es una fórmula de gestión indirecta en la que un centro sanitario contrata con una entidad ajena determinados servicios (limpieza, cocina, lavandería, etc) que, a partir de ese momento, pasan a ser realizados por la empresa contratada por un determinado precio y bajo unas determinadas  condiciones, especificaciones y requisitos de calidad recogidos en un contrato.  El objetivo primordial de la
contratación externa es el ahorro global de costes, transformando costes que antes eran fijos (tecnología, personal, etc) por variables (precio pactado), siempre que se de la circunstancia de que el precio del contrato y de la transacción del mismo (burocracia necesaria, vigilancia de cumplimiento de requisitos, etc) sea en conjunto más barato que producir con medios propios ese mismo servicio.

La teoría económica apunta algunas ventajas de la externalización, como son la menor vulnerabilidad a los cambios tecnológicos (uno no se tiene que preocupar por sustituir la tecnología obsoleta o deteriorada pero se lo puede exigir a la empresa contratada) y, si se limita a los servicios auxiliares, aquellos que no requieren activos específicos sanitarios, puede facilitar la concentración de los objetivos y las tareas de gestión sobre las actividades asistenciales, las que constituyen el núcleo de la misión de cualquier centro sanitario.

Naturalmente, para que todo eso sea válido se parte de la asunción previa de que las consecuencias y calidad de los servicios prestados van a ser iguales o de mayor calidad que  los que previamente se estaban prestando con los recursos propios y que no se deriva ninguna otra consecuencia negativa, ninguna "externalidad negativa" (peores condiciones laborales, menores salarios, pérdida de conocimiento de la organización, etc) que haya que sumar al precio del propio contrato.

No voy a meterme en el campo de las "externalidades negativas", un concepto muy conocido en economía y que, en este caso, podíamos definir como el conjunto de todos aquellos efectos indirectos negativos originados por el hecho de contratar un servicio externo y que no están recogidos en el precio del contrato. Antes ya hemos mencionado algunos posibles, a los que podríamos agrupar por su carácter social bajo el epígrafe de "costes sociales" (posibles despidos, contratos eventuales, peores salarios, mayor estrés laboral, etc) o por su impacto en la organización como "costes de dependencia" por las repercusiones que pudieran tener en el futuro de la empresa (pérdida de conocimiento, dependencia externa, quiebra de la empresa contratada, etc). Ninguno de ellos está en modo alguno recogido en el precio del contrato, pero son también muy importantes y habría que tenerlos en cuenta a la hora de  hacer un verdadero y completo balance coste-beneficio. Quizá las organizaciones sindicales, más atentas y cercanas al pulso socio-laboral, son las más sensibles a la hora de detectar este tipo de "externalidades negativas" y las más cualificadas para hacer valer su importancia.

Pero para que la ecuación de la contratación externa de servicios resulte favorable, hace falta también que la calidad de los servicios prestados sea igual o superior a la lograda con anterioridad. Y no sirve darla por sobreentendida. Hay que evaluarla. Y eso es lo que acaban de hacer en un completísimo informe independiente dirigido por Jane Lethbridge, profesora del departamento de International  Business and Economics de la Universidad de Greenwich, por encargo de UNISON, el mayor sindicato de trabajadores públicos de Gran Bretaña. El título del informe es en sí mismo bastante revelador "Empty promises. The impact of outsourcing on the delivery of NHS services" y está basado en un extenso trabajo de revisión de múltiples fuentes de información (académicas, bibliográficas, gubernamentales, portales de organizaciones independientes, etc) con el objetivo de detectar cualquier tipo de estudio o informe de evaluación que hubiera examinado los resultados de los diferentes experiencias de contratación externa puestas en marcha en el NHS desde 1983.

En el informe se revisan con detalle una por una las diferentes modalidades de contratación con las que se ha experimentado en el sistema de salud británico: limpieza, cocina, mantenimiento, servicios comunes (administración, personal), tecnología de la información, atención continuada de atención primaria, concertación quirúrgica con centros privados y contratación de servicios clínicos. En conjunto se concluye que la mayoría de las evidencias recogidas señalan un efecto negativo de las formas de contratación externa en la calidad asistencial del paciente o como poco ningún beneficio demostrable.

En particular, de la contratación de servicios clínicos, además de unos peores resultados asistenciales (acceso inequitativo, nula influencia en listas de espera, peor calidad asistencial) se cuestiona incluso que no logran satisfacer el valor de lo pagado y que sus resultados se monitorizan y evalúan de forma inadecuada o sencillamente no se evalúan. 

La dificultad para trabajar en común, la habilidad y experiencia requeridas para determinar y revisar las especificaciones de los contratos regularmente, así como para monitorizar y hacer seguimiento efectivo de los mismos son algunas de las causas que apuntan para estos malos resultados, que incluso avanzan serán peores en los próximos años por la extensión más generalizada de este tipo de contratos.

Algunos podrán decir que es un informe interesado, "de parte", encargado por una organización sindical de trabajadores públicos. Además de que eso sería dudar de la honestidad de los investigadores, en el informe se incluyen en una tabla las evidencias bibliográficas que aportan para que cualquiera pueda comprobar si sus conclusiones son ciertas o no. 

Falta que alguien aporte otras en sentido contrario, si las hubiere. 


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