viernes, 15 de marzo de 2013

Más optimismo y menos analgésicos

Optimismo para el dolor

Estamos de enhorabuena. Hace muy pocos días hemos tenido noticia de un estudio en el que se demuestra que el optimismo reduce la percepción del dolor. Un equipo de investigadores del departamento de psicología clínica de la Universidad de Maastricht sometieron a un grupo de estudiantes a una prueba de dolor sumergiéndoles una mano en agua fría (a 5 ºC) durante un minuto y encontraron que aquellos a quienes habían propuesto previamente un sencillo ejercicio de visualización de cómo sería el mejor día  de su vida sintieron mucho menos dolor que otro grupo equiparable de controles a quienes hicieron visualizar un día cualquiera de su rutina. 


Y digo que estamos de enhorabuena porque esto puede significar el inicio de un nuevo campo de investigación que nos abra el camino hacia un mundo sin pastillas, donde sea nuestra propia mente la que regule por voluntad y dominio las respuestas de nuestro organismo. Porque la verdad es que ahora apenas podemos dar un paso sin tomar un puñado o dos de pastillas. Que me pasé la noche anterior un poco con los gin-tonics, pastilla; que estoy un poco nervioso y no acabo de coger el sueño, pastilla; que parece que me quiere molestar un poco la garganta, pastilla; que toso un poco, pastilla. Y así, cuando uno va de viaje por algún día más de la cuenta, necesita una bolsa específica para acarrear la colección de píldoras que se supone pueden hacernos falta. No digo ya si hay niños o ancianos de por medio, que entonces más que neceser o bolsa hay que preparar un maletín de considerables proporciones. Hasta ese punto nos hemos hecho, o nos han hecho, dependientes de pociones y boticas. Y si no, ahí están los desdichados ejemplos de Whitney Houston o de Michael Jackson, ricos, famosos y untados de gloria pero necesitados de una farmacia ambulante a su lado para sobrellevarse a sí mismos... hasta que la farmacia acabó con ellos.

Y no digáis que no sería estupendo poder controlar el dolor a base de raciones de optimismo, sin pastilla alguna, solo con el aliento eufórico de la buena disposición de ánimo. ¿Y el ahorro de costes que supondría?. Seguro que al paso de los recortes, en llegando a oídos de nuestros políticos, se da esta ciencia por doctrina:

- Doctor, me duele la herida de la operación. Creo que se me ha pasado el efecto de la anestesia y no puedo ni moverme en la cama.
- No se preocupe, enseguida le administramos cuarto y mitad de "buen rollito" y verá como se le pasa enseguida.
- ¿De "buen rollito"?. ¿Y en qué consiste eso, doctor?. ¿Se trata de algún nuevo analgésico?. 
- El más potente. Verá que bien le sienta.
¿Me lo pondrán por el gotero para que me haga el efecto más rápido, o se trata de pastillas?. Es que me duele mucho.
- Nada de goteros ni pastillas. La medicina ya la tiene usted en el cuerpo, solo tiene que liberarla por las yemas de los nervios.
- Pues que yo recuerde no he tomado ninguna medicina,... como no me la hayan puesto durante la operación... ¿y cómo hago eso de las yemas... he de tomar algún huevo?.
- No, no. Simplemente relájese y piense en ese día que fue tan feliz que casi se muere de contento. Alguno seguro que tiene en la memoria. Piense en ese día y en que cuando entre la enfermera por la puerta se va a repetir de nuevo tal cual lo vivió entonces.
- Pues un día así..., tan feliz tan feliz,  como no fuera aquella primera vez que nos dimos una buena hocicada con la Gabriela y hasta alguna que otra sobadura en los bajos, escondidos en el rellano de la escalera...
- Ese puede valer...
- Pero que no se le ocurra a la enfermera traer como dice a la Gabriela, que eso fue hace muchos años... que ya tengo más edad que los dos juntos entonces y, además, seguro que mi mujer se amosca... ni de amigas se llevaron bien, fíjese usted de rivales...
- No se preocupe, nadie traerá a la Gabriela. Usted solo piense en aquel día y verá como se le pasa el dolor.
- De acuerdo, doctor... ¿pero no sería mejor alguna pastillita por si acaso le da por flojearme la memoria?. Que yo no soy de muchos estudios y con cualquier sombra me distraigo... y este dolor tampoco ayuda, que más parece garra de oso que caricia de mujer y no se si podré hacerlo pasar por la mano de Gabriela.
- ¿Pastillas?, ¡Nada de pastillas! Hágame caso, optimismo y alegría de vivir y verá como se le marchan los dolores. Es lo último en avances médicos.
- Muy bien doctor, pero si a la Gabriela le da por darme plantón en el recuerdo o viene sin tanto poder calmante como usted me dice,...
- Se pone los brazos en jara y se arranca con una copla... que aquí apostamos por lo natural y ya sabe el dicho de que "quien canta los males espanta" y si se tercia, para aumentar la dosis, hace coro con el compañero de habitación, que también anda un poco lastimoso del estómago.

Bueno, es broma, digo yo que algo así pasaría al principio, cuando todavía nadie se creyera el cuento del optimismo; luego, a base de resultados y de unos cuantos dúos y agrupaciones de jotas soltando corcheas por los pasillos de los centros sanitarios, todo el mundo quedará convencido de las bondades del nuevo método. Aunque siempre habrá algún suspicaz que ponga todo en entredicho:

- ¿Esto doctor, no será por los recortes?, que si es preciso  aflojo la cartera...
- Que no, malicioso, que es ciencia de la buena y de la que no cuesta: Sexo para acelerar el parto y optimismo para quitar el dolor. 

Ahora hay que investigar sobre la siesta, que de tan rica que sabe, seguro que también vale para algo. 

1 comentario:

  1. Al menos leyendo este post nos hemos olvidado de verdad de todos los dolores y crisis...Genial con la Gabriela

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