Nada más difícil que lo sencillo
Mi compañero, buen amigo y actual jefe Carlos, siempre atento a los hornos más recientes de la ciencia, me ha enviado una pequeña reflexión publicada en BMJ en la que se sugiere la conveniencia de reforzar el comportamiento ético de los médicos. Quiero compartirla aquí con vosotros porque él me lo ha sugerido (que no diga que no le hago caso) y porque allí donde aletea la frescura de una idea o donde hay un brote de razón quedo rendido al instante y me convierto voluntario en entusiasta pregonero de su maravilla.
Traía a colación el autor del articulo en cuestión una serie de hechos recientes, como el caso del informe Francis, motivado por el injustificado y reprobable exceso de mortalidad de los pacientes ingresados en el Mid Stafforshire NHS Foundation Trust, o el de un médico militar inglés recién apartado de la profesión por no informar sobre los daños provocados por las fuerzas armadas británicas a un prisionero en Irak, paciente suyo, y por mentir y entorpecer las investigaciones llevadas a cabo sobre el caso, así como ciertos comportamientos poco edificantes de estudiantes y profesores que el autor parecía conocer de primera mano para, con esos ejemplos, enmarcar la situación de cierto desplome ético en las actitudes y comportamiento de los médicos en nuestros días.
En su opinión, el estado de ánimo de los médicos está en uno de sus momentos más bajos, (habla de Gran Bretaña, pero quizá aquí también podríamos aplicar el cuento), entre otras cosas por el nuevo modelo de negocio en que se ha convertido la sanidad y que se traduce en fuertes presiones para conseguir determinados objetivos de gestión y en un sometimiento frustrante de la acción clínica a las decisiones puramente administrativas. Y ante una situación como esta, nos da a entender, es necesario reforzar los principios y el compromiso ético de la profesión médica para que no sean los pacientes, el eslabón débil de la cadena, quienes acaben sufriendo en sus carnes las descargas de una tormenta que les es tan ajena como injusta y arbitraria.
Nos propone leer las reflexiones y consejos que dejó William Osler para médicos, enfermeras, estudiantes y profesores en su libro Aequanimitas, un libro que yo desconocía pero que, por lo visto, en UK solían regalar como un presente de honor a los médicos recién graduados. Osler fue un médico canadiense que trabajó la mayor parte de su vida en Oxford y cuyo nombre se ha perpetuado en la historia de la medicina principalmente por su descripción de los nódulos de Osler, granulomas subcutáneos dolorosos que aparecen en la endocarditis bacteriana; pero fue también el primer profesor de medicina de la Universidad Johns Hopkins y tuvo una gran vocación humanista que le llevó, entre otras cosas, a escribir esa obra.
Acabo de descargármela de internet, por lo que no puedo decir todavía mucho de ella, pero alguno de los extractos que nos subraya Sokol en su reflexión en BMJ apuntan hacia una visión profunda, humana y trascendental de la relación con los pacientes. "Por muy duras que sean las circunstancias, decía, cuando se practica con el espíritu correcto, la medicina proporciona el campo para el ejercicio de la mejores facultades de la mente y del corazón". Y ese espíritu correcto que reclama no es sino un inquebrantable compromiso ético con el "bien del paciente", presente ya en el juramento hipocrático. Otra de sus enseñanzas, tan poderosas como sencillas, es que "ni el médico más ocupado puede tener excusas para no ser amable con las palabras, risueño en el saludo y compasivo con la mirada, tres gestos que marcan la diferencia en la relación con cualquier paciente".
La ética como base y la sencillez humana como elemento de fuerza. Osler, se consideró siempre así mismo como un mero estudiante de medicina. Ni en su época de mayor gloria dejó que la fama o la vanidad le nublara su noción sencilla de sí mismo. Y es que la sabiduría, como ya nos dijo Sócrates, no hace sino hacernos más conscientes de todas nuestras limitaciones y defectos. Y por ello los verdaderamente sabios siempre son naturales y sencillos.
Y por eso quizá también, la sencillez, la naturalidad, en cualquier esfera de la vida, en la forma de escribir, en la composición de un cuadro, en el comportamiento humano, es una cualidad tan admirada como difícil de conseguir.
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