Ciencia y caridad con nuestro SNS
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CIENCIA Y CARIDAD (Picasso) |
Conservo todavía, como si fuera
un incunable, una copia del Informe y Recomendaciones de la Comisión de
Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud de julio de 1991, el
conocido como Informe
Abril, en honor a Fernando Abril
Martorell, político que actuó como presidente de dicha Comisión. Ni
siquiera se trata de un ejemplar original sino de un simple cuadernillo de
fotocopias en una espiral de alambre con tapas de plástico que con el paso del
tiempo ya se han vuelto amarillas y comienzan a cuartearse, como la piel de un
viejo. Lo conservo por una especie de nostalgia azulada que me retrotrae a
aquellos años en los que, por supuesto, yo era mucho más joven (21 años más
joven), tenía la ilusión y la fuerza de los primerizos y, recuerdo, estudié entonces
con nervioso detenimiento aquel documento que para mí representaba algo así
como los augurios de la Pitonisa sobre el futuro del recién nacido Sistema
Nacional de Sanidad, un recién nacido aquejado, por lo visto, de una grave
enfermedad, que había requerido, para calmar la ansiedad de familiares y
amigos, de los consejos y pócimas de un equipo de expertos, recogidos de entre
los más doctos de todo el reino.
¿Cuál era el mal que padecía
nuestro SNS?. Los cuatro síntomas capitales del cuadro clínico estaban
magníficamente trazados en la exposición de motivos de la proposición
parlamentaria por la que se instaba al Gobierno a la constitución de la
Comisión para la revisión y evaluación del SNS:
- Imparable aumento de los gastos sanitarios (se
habían duplicado en términos de PIB en los
20 años precedentes)
-
Profundas mutaciones demográficas:
o
envejecimiento progresivo de la población
o
crecimiento del número de personas vulnerables y
dependientes
o
aumento del número de enfermos crónicos
-
Nuevas actitudes sociales:
o
aumento del consumo sanitario
o
prevalencia de estilos de vida “arriesgados”
- Aceleración creciente del progreso
técnico-médico que encarecía cada vez más la prestación asistencial sin mejorar
la productividad.
Reviso esos motivos, como el que
ojea retrospectivamente la historia clínica de un enfermo para poder rastrear
el origen de su estado actual de salud y llego a la conclusión de que, tras más
de 20 años, ninguno de esos síntomas ha desaparecido e incluso algunos han ido
a peor. En sintonía con los tiempos, la enfermedad de nuestro SNS se ha cronificado, nuestro SNS es un enfermo crónico.
No culpo de esta cronificación a
un error sustancial en el plan de tratamiento aconsejado por aquella Comisión
en aquel momento. Pese a que alguna de sus prescripciones concretas encerraba graves efectos adversos (copago, por ejemplo) y hubo que descartarla desde el principio, el principal problema fue que el grado de adhesión terapéutica del enfermo al conjunto del plan fue bastante
escaso. Y encima, posteriormente, se fraccionaron sus cuidados en diecisiete
unidades de enfermería diferentes (CCAA) sin que nadie ejerciera de claro responsable para
coordinar todo el proceso. Ahora que el enfermo está de nuevo agonizante cada
cual se atreve, desesperado, a recetar su propia medicina: unos el céntimo sanitario, otros
abandonar los servicios a un gestor privado, otros cobrar por el transporte
sanitario o recortar el acceso a quienes no tienen nada, ni siquiera permiso para vivir. ¿Alguien es un sano juicio
puede creer que de esta manera puede solucionarse algo?.
Creo que haría falta reunir de nuevo un
consejo de doctores y arbitrar un nuevo plan terapéutico, global, integral,
participativo y coordinado, como ahora marcan la nuevas tendencias estratégicas
de atención a los enfermos crónicos.
Un poco de ciencia ... y algo de caridad también para nuestro SNS.