miércoles, 23 de enero de 2013

Mejor gorditos

Cuidar la línea,... hasta cierto punto

Feliz aquel (o aquella) a quien los dioses conceden un cuerpo sano y bello y puede disfrutar de una larga vida exprimiendo los dulces sabores de la carne. Parece una máxima hedonista,  una aspiración de bacantes cegados por el frenesí de la orgía  a Dioniso, pero la verdad es que todos, con mejor o peor fortuna, nos esforzamos por  acomodarnos a ese modelo, todos aspiramos y nos sacrificamos por mantener un cuerpo esbelto y joven, un cuerpo que disimule bajo una máscara el desgaste de los años, que esconda el declive de la vida. 

Bueno, todos no, la verdad es que cada vez más gente se ha ido apartando de ese ideal apolíneo cegados por la luz de un imán más cotidiano, vulgar y cautivador: la comida. La comida y el mando a distancia.  Comer es un instinto tan primitivo, tan básico, tan puramente animal que resulta difícil sustraerse al impulso de devorar cualquier alimento que provoque un poco de actividad en nuestras glándulas salivares. Para los americanos, si es una hamburguesa con patatas fritas, mejor que mejor. Y si a esto le añadimos la comodidad de un sofá bien mullido y la pantalla gigante de una televisión de plasma, tenemos expuestas las causas principales de la nueva epidemia del siglo XXI: la epidemia de la obesidad.

Esta epidemia afecta con más intensidad, como es lógico, a los países desarrollados, que tienen en proporción más hamburguesas y más televisiones de plasma. En Estados Unidos el problema es realmente alarmante. Según los últimos datos publicados, el 17,1% de los niños y adolescentes americanos tienen sobrepeso y el 32,2% de los adultos son obesos. Y lo más preocupante es que estas cifras siguen creciendo.

Pero acabo de leer un estudio que, al menos a mí que luzco ese lustre redondo de quien hace trabajar no poco sus mandíbulas, me ha tranquilizado un poco. Se trata de  una revisión sistemática y un metanálisis  realizados por unos investigadores de los CDC (Centers for Disese Control and Prevention)  para determinar la relación entre la obesidad (medida en términos de índice de masa corporal) y la mortalidad, a partir de todos los trabajos publicados hasta el mes de septiembre de 2012 sobre ese tema. 

Las personas obesas (IMC > 30) sí que parecen tener un mayor riego de mortalidad que las personas delgadas (IMC < 25), aunque tampoco en exceso (1,18 veces más), pero lo más sorprendente es que el riesgo de muerte de quienes tienen solo sobrepeso (IMC=25-30), de los que están simplemente "rellenos", es significativamente menor que el de personas con peso normal (entre un 4 y un 9% menor). 

Ya había leído de la conveniencia de estar gordito en el caso de la cirugía coronaria percutánea, ya que éstos son los que tienen una mayor superviviencia tras un evento de ese tipo, pero confirmado ahora el dato para cualquier causa de mortalidad, me alegra sobremanera la noticia, pues estas navidades me ha dado por engrosar casi un dedo el forro de grasa con el que abrigo el magro de las carnes.

Se han apuntado razones como el posible efecto cardioprotector de los cuerpos más orondos o el beneficio que supone tener una mayor reserva metabólica para cuando hay necesidad (por enfermedad o simple desgaste de la vida), pero, en realidad, no se sabe muy bien los motivos  de ese efecto protector. 

Sin embargo, la sabiduría popular, con su intuición asombrosa, ya se había percatado de este hecho desde tiempos inmemoriales y siempre apreció más las carnes de sobra que las de falta, y como prueba el refrán: "Dame gordura y te daré hermosura"



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