miércoles, 16 de enero de 2013

Las orejas del lobo

Abriendo la ostra del negocio del SNS

Que nadie se llame a engaño. Lo que está ocurriendo con la sanidad en Madrid, la Comunidad Valenciana, Galicia y, casi seguro, muy pronto en otras CCAA no es casual ni fruto de la crisis. Todo lo más, la crisis es un viento favorable que han sabido aprovechar quienes están detrás gobernando esta nave de piratas para tomar impulso y lanzar al ruedo con la fuerza de un misil sus propósitos.  Todo obedece a una estrategia absolutamente premeditada, paciente, bien planificada, y ejecutada con la precisión de una operación a corazón abierto para trasvasar dinero público a los bolsillos privados.


Como muy bien explican Reynolds y MaKee, de la London School of Higiene and Tropical Medicine (Opening the oyster: the 2010-11 NHS reforms in England)  la cosa comenzó en los 90, cuando los grandes inversores americanos tomaron conciencia de que el mercado de los seguros sanitarios allí había tocado techo y que ya apenas había margen para más ganancias. Como aves de rapiña otearon el horizonte en busca de alguna presa en la que hundir sus ganchudos picos y la encontraron en América del Sur; la altísima deuda soberana de los países latinoamericanos, adquirida además a  tipos de interés desorbitados, facilitó la apertura del sector público de esos países al abultado monedero de los inversores internacionales, lo que rápidamente se tradujo en un programa  de privatización (reformas estructurales en el eufemístico lenguaje político) a gran escala de todo el sector público, incluido el sanitario. Quedaban ahora por cobrar las grandes joyas de la corona: los Sistemas Nacionales de Salud europeos,  que con sus presupuestos de vértigo eran auténticas minas de oro líquido.

Se trazó un plan. Primero, de propaganda, difundiendo machaconamente la idea de que cualquier tipo de provisión pública es intrínsecamente ineficiente (sin necesidad de demostrarlo, sin justificar que lo privado no corre la misma suerte y ocultando las fortalezas del sistema público, en particular sus infinitamente mejores resultados en salud) y exaltando las virtudes de hacer operar los servicios públicos  en un sistema de mercado (olvidando los numerosos fallos de mercado que afectan al bien salud y que hacen imposible su  funcionamiento correcto en un sistema de ese tipo y omitiendo también la parte de beneficios que habrían de cobrarse, en concepto de retorno de la inversión, quienes se hicieran con esos mercados). Segundo, incluyendo su agenda de cambio en los programas de los partidos amigos, casualmente conservadores, o de derechas como decimos aquí con más llaneza. 

En el National Health Service los cambios comenzaron en 1987 con la externalización de los servicios de cátering,  limpieza y  lavandería de los centros sanitarios, continuaron con la creación de agrupaciones de profesionales (similares a los HMO americanos), los centros de tratamiento independientes de sector (independent sector treatment centers) y la transformación de los hospitales públicos en fundaciones independientes (foundation trusts).  Y se abrió la ostra del negocio. A grandes líneas, el esquema del plan es el siguiente:
  1. Conversión de todos los hospitales públicos  en fundaciones independientes sin financiación central garantizada.
  2. Permiso a los hospitales privados para ofrecer (poner en venta) cualquier procedimiento que deseen, sin necesidad de contribuir a otros servicios que aumentan el coste de funcionamiento (formación de profesionales, atención a zonas geográficas alejadas, servicio de urgencia, patologías complejas).
  3. Creación de agrupaciones de profesionales de Atención Primaria para gestionar la atención de la población.
  4. Imagen de marca (logo del NHS) común a todas las entidades que prestan servicios para que los pacientes sean incapaces de distinguir quién es quién.
  5. Costes adicionales de mantener todo el tinglado a cargo del sistema público (NHS): capacidad instalada redundante, gastos extra de administración (costes de transacción), beneficios de los inversores,...
Ahora mismo están tomando una posición todavía más avanzada, el denominado "presupuesto personal de salud", consistente básicamente en que a cada persona le asignan una determinada cantidad que puede gastar como quiera contratando los servicios de salud que crea más conveniente. De momento solo es aplicable a procesos crónicos aunque se prevé hacerlo extensivo a cualquier otro tipo de servicios sanitarios. Con ello se cerrará el círculo: los ciudadanos tendrán el dinero, los inversores los centros sanitarios y aquellos entregarán mansamente a éstos el dinero público que el gobierno recaudó vía impuestos. No me digáis que no es un plan genial.  Ni el más astuto manilargo lo haría mejor.

La implantación de presupuesto personal de salud ha sido comentado con cierta retranca en el BMJ Existe el riego, además, de que en el futuro se delimite una cartera básica (un paquete) de servicios a cubrir por ese presupuesto personal de salud y que todo lo que se escape de ese paquete haya que pagarlo de los propios bolsillos (otro botín  para los buitres).

Si nos fijamos lo que ocurre aquí, en España, creo que hay muchas similitudes con el plan arriba comentado: descrédito de lo público, olvido de sus logros, entrega de los centros a las manos privadas, ensalzamiento del mercado.... El amigo Güemes ha enseñado un poco su negra patita de lobo, descubriendo la connivencia política con los intereses privados. 

Y aunque ahora parezca que ha retirado la mano,  ya sabéis que los lobos son astutos y a base de insistir con mentiras y astucias lograron engañar a los siete inocentes cabritos del cuento.... ¡andemonos con cuidado!.




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